jueves, 29 de marzo de 2018

"Pagar por trabajar en Holanda", artículo escrito con Eduardo Velázquez y Cristian Bailén en CTXT

Waalwijk, al sur de Holanda, es una ciudad donde se han registrado casos de explotación laboral a españoles

Desde hace años, colectivos como Marea Granate, las Oficinas Precarias y, más recientemente, Izquierda Unida Exterior, venimos denunciando que la emigración de más de un millón de personas de nacionalidad española desde el comienzo de la crisis económica es un fenómeno demasiado amplio como para poder ser descrito como una fuga de cerebros: jóvenes con alta cualificación y sin cargas familiares, que disfrutan de estupendos contratos en prestigiosas universidades, empresas y centros de investigación del extranjero. Aunque este sea el tópico sobre la emigración española difundido por muchos medios de comunicación y el que más ha calado en la opinión pública, la realidad —y los datos recientes lo confirman— es bien diferente.

Ni espíritu aventurero ni amplitud de miras. La emigración es sobre todo una cuestión de necesidad, y la crisis económica ha obligado a hacer las maletas a personas de todas las edades y niveles formativos. Ello incluye, por ejemplo, a familias cuyos miembros no cuentan con formación superior ni conocimiento del idioma del país de destino, a personas de más de cuarenta o cincuenta años, y a inmigrantes que llegaron a nuestro país en los primeros años de la burbuja inmobiliaria, consiguieron la nacionalidad, y luego, tras quedarse sin trabajo, emigraron a otro país.

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